Síntomas osteomusculares
Los dolores óseos y articulares (llamados artrosis y artritis), los tendinosos (llamados tendinitis), las atrofias musculares y pérdida de fuerza (por los que te pueden diagnosticar de cualquier cosa nada conveniente) o los dolores musculares (creídos de fibromialgia, etc.., y tampoco nada conveniente ser etiquetado de ello), son los programas más difíciles de superar, aumentando “exponencialmente” esta dificultad cuanto más antiguos o crónicos sean. Hamer no pudo más que deducir que estos programas son “especiales”, y que su sentido solo se da al final, yo diría que su sentido solo se da “si nos curamos definitivamente”. Y para conseguirlo hay que entenderlos perfectamente, pues no sirve ir al asesor, encima cuando ya los tenemos muy crónicos, a contarle nuestros “dolores” de todo tipo, y que ahora, sólo hablándonos o haciendo un pequeño cambio, vamos a superarlo. Lo siento, pero es así de crudo. Superar estos procesos, más si son de meses o años, puede llevarnos meses, años o toda la vida. Y aunque una pequeña mejoría nos debería animar para poder mejorar más después, suele ocurrir que se cae en desesperación o incredulidad si no hay mejoría total, lo cual no ayuda absolutamente nada.
Estoy llevando un caso hace 5-6 años, que comentaré en próximo artículo, pero está siendo tan complicado que será imposible describir y recordar todos los detalles, aunque intentaré hablar de los más relevantes. Previamente vamos a explicar por qué son tan difíciles de llevar a término, tanto por el asesor como por el sufriente, estos programas.
La fase activa de los programas de desvalorización es por desuso (real o virtual). Estos conflictos, que yo les llamaría simplemente “frustraciones” se dan por situaciones reales que te impiden cosas, cuando no se pueden realizar funciones para que nos realicemos en la vida, o cuando no nos dejan hacerlas, ya sean nuestros papás, jefes, amigos o nuestro miedo por pensar que si las hacemos ellos sufren o nos van a castigar o cosas parecidas (cultura judeocristiana, falsa compasión, etc.), o cuando las relaciones sociales son imposibles (por nuestros conflictos y por los de los otros), o cuando hay carencias materiales, económicas, del entorno, o por los arcontes que nos impiden ejercer nuestros derechos, etc., etc. Ver los conflictos por zonas corporales en las tablas en la parte del hueso, pues sirven para, o son muy similares, para los de tendones, músculos, conectivos, etc.
Al no darse una función se pierde el tejido, se debilita. Esto es lo que codifica la naturaleza. Esta fase activa no suele dar síntomas salvo si es muy duradera y, sólo en estos casos, por ejemplo, podrían surgir fracturas casi espontáneas (que, aunque es más frecuente que se den en el inicio de la fase pcl-a, pueden ocurrir en fase-ca larga solo por atrofia ósea sin inflamación ni dolor previo), o la rotura de tendones que se da en las mismas fases dichas, o las atrofias musculares con pérdida de fuerza por poner otro ejemplo.
La fase de reparación cursa con inflamación, hinchazón y dolor y, por tanto, también impotencia funcional. Y ¿Qué pasa cuando no podemos hacer algo?: pues que se repite el DHS y el conflicto afecta precisamente a la zona que tiene esa impotencia funcional. Es decir, volvemos a pasar a fase activa y entramos en bucle, cronificándose la enfermedad. Este es el principal escoyo en estos programas. No solo los tienes por situaciones reales que te han impedido cosas, sino que luego se reactivan por los síntomas de reparación dificultando mucho su curación si no sabemos impedir estos nuevos DHSs. Pero, no solo eso: luego se complican más porque se afectan otros tejidos, por ejemplo, si te duele una cadera o una rodilla, los músculos que no puedan contraerse para conseguir posiciones antiálgicas, entrarán en programa (por dhs el primer día que te dolió mucho al utilizarlos). Y luego, cuando te “cures” de la artritis, tendrás ciertas atrofias musculares y tendinosas y, como ya no te duele la articulación si haces esos movimientos, pasarás a la fase de reparación de estos músculos y tendones (tendinitis y dolores de músculos, que estaban atrofiados al inicio). Entonces, ¡cómo te vuelvas a devaluar por ello vuelves a hacer, de nuevo, en programas incluso óseos!, entrando de nuevo en bucle.
Finalmente hay un último escollo: muchas veces ya consigues resolver los programas, pero, sobre todo si han sido duraderos, quedan “secuelas” con incapacidades y dolores solo “mecánicos”, pero si volvemos a creer que no estamos curados, cuando lo que pasa es que nuestro físico ha quedado tocado y precisa más rehabilitación, suplementación, paciencia y creencia (leer Cuerpos sin edad mentes sin tiempo. Deepak Chopra). Entonces volveremos al victimismo por desconocimiento y a repetir programas.
Por eso estas “enfermedades” suelen ser crónicas, no porque sean genéticas o un castigo divino, sino porque no se entienden y porque su afrontamiento es muy complicado y largo, o mejor dicho, debe ser muy completo: físico (entendiendo todo, sabiendo que es lo que podemos hacer y no hacer en cada situación sintomática, teniendo ayuda social y terapéutica…), pero también de control mental (aprendiendo como no caer repetidas veces en desánimos, desesperaciones o cabreos por juzgarnos como incapaces, cuando no es que lo seamos, sino que tenemos ahora una labor que hacer realmente un poco desesperante) o incluso espiritual, porque si lo superas luego te reirás, ya que se habrá cumplido su sentido biológico: volverse más fuerte que antes.
Ante estas situaciones tan complicadas hay varias opciones. La más frecuente es ir al médico, que te pone analgésicos y si tienes suerte algunas otras medidas, pero como no mejoras del todo, entras en cronicidad. O, vayas o no vayas porque conoces que eso no es la solución o porque tomes medidas naturales para tratarte tus síntomas, el segundo proceso reaccional que suele ocurrir es el victimismo. Este es completamente entendible, pues no solo la persona se pasa semanas o meses con incapacidades físicas, sino que además le dicen que lo suyo es crónico, ¡además de suyo!, y porque los demás, que nunca han tenido esos problemas porque la vida les ha sido más agradecida, encima prefieren juzgarle de “quejica” para no admitir su incapacidad para ayudarle. Encima la persona va haciendo más desvalorizaciones: porque se pierde la posibilidad de hacer otras cosas que “tiene que hacer” (por poner solo un ejemplo: ir a buscar los niños al colegio, trabajar, cuidarse físicamente haciendo deporte, tener más relaciones sociales y sexuales, ir a los mismos sitios que los otros o tanto como los otros, etc., etc.). Por no decir los sobre esfuerzos a los que se ve obligado a hacer que pueden afectarle a miocardio o a diafragma (con fases pcl con fatigabilidad cada vez que resuelve y, por tanto, otra vez conflictos), etc., etc.
La tercera situación y única posibilidad de curación sin embargo requiere varias premisas que son “necesarias” pero que incluyen muchas coincidencias para que se den todas: 1º entender todos los programas, para no desesperarnos cada vez que tenemos un síntoma de mejoría, es decir, haber estudiado Nueva Medicina a tiempo. 2º que se cojan los programas por los cuernos a tiempo, no tras años de medicamentos y de innumerables frustraciones. No creamos que ahora un asesor nos puede curar en dos meses, pues haría falta un programa carísimo de rehabilitación física y de rehabilitación de la autoestima, en plena vorágine de síntomas frustrantes, y una ayuda para cosas vitales, además de “más moral que el alcoyano”. Para que estas personas, si no saben perfectamente nmg, pudieran mejorar, calculo que se necesitaría una sesión cada semana algunos meses y luego quincenales, mensuales… es decir, un gasto económico del paciente para pagar el tiempo del terapeuta, que tampoco la mayoría se pueden permitir. Por tanto, es mucho más rentable, porque todos podemos caer en ellas, y más en estos tiempos que nos esperan, prepararse y estudiar aunque sea un poco pesado.
Cuanto más tarde se intenten tratar estos problemas más difíciles de curar, lo mismo explica Hamer para las parálisis, y cuanta menos ayuda del entorno se tenga también, aunque la ayuda tiene que ser consciente: no se puede ayudar a una persona tanto que se la permita no hacer lo que tiene que hacer para rehabilitarse, porque la volvemos inútil, pero si es necesaria cierta ayuda para que no tenga más frustraciones y, por tanto, se le activen más programas. Me refiero a ayuda real y no solo a la ayuda de un asesor. Lo mismo ocurre con el cáncer y otras enfermedades, que a veces no es por el síntoma en sí, sino más frecuentemente, por los miedos y frustraciones que conlleva el tenerlos o el no tenerlos, pero haber sido diagnosticado, porque creemos en cosas de antiguo paradigma, la principal, que lo “tuyo” es “incurable”. Este es el principal problema que hace que sea tan difícil acompañar, para ayudarles en su proceso, a los que no saben Nueva Medicina.